Un escritor en su madrigal Un escritor en su madrigal

Por Francisco Jurado Chueca
Fuente: El Comercio, Lima 06/02/08
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-02-06/un-escritor-su-madrigal.html

El narrador peruano Sergio Galarza pasea perros en la capital española mientras sigue su carrera. Escribe en el metro, en las calles, en toda una ciudad. Autor de cuentos y novelas, ha estrenado un blog en el que plasma las ideas generadas de esas caminatas urbanas.

MADRID. Dos años en la capital española. Casi dos años paseando perros. Escritor. Limeño. Con lentes. Amante del fútbol. Sergio Galarza, del 3 de agosto de 1976, llegó a España a estudiar y tiene la intención de vivir aquí. Vivir escribiendo. Comenzó trabajando, siempre con perros, desde que el día empezaba completamente oscuro hasta que llegaba la noche. Una aventura. Una necesidad. Un instrumento para escribir aun sin tiempo. Este año en España la editorial Periférica publicará un libro suyo de relatos y en el Perú Estruendomudo hará una edición especial de "Matacabros", su primer libro, y se publicará además una novela suya. Crea, camina y pasea perros. "Estoy dando los pasos de a pocos y con tranquilidad", afirma con una certeza que envidia.

CURRO
Diez de la mañana. Calle Serrano, Madrid. Sergio Galarza baja unas escaleras y sujeta con una correa azul a Curro, un perro de agua marrón completamente despreocupado, digamos que bastante animado. Se dirigen a Paseo de la Castellana, su ruta diaria. Caminan con pausa. Uno y dos semáforos, un grupo compacto de gente y un bulevar que lo limitan el asfalto y más autos. Son muchos los árboles y algunos los arbustos entre los que Sergio Galarza cuenta que llegó a España a estudiar una especialización de guiones de ficción en la Universidad Complutense de Madrid para después inscribirse en un doctorado que ahora ya no es su prioridad.

Son pocas las personas que caminan ahora en medio de la Castellana. Hoy el sol tampoco ha salido. Él comienza a trabajar a las 8 de la mañana. Durante los primeros meses no hacía mucho: "Once servicios al día, lo que no significa 11 horas, desplazarse cuesta una hora, media hora. Esa época ya pasó. Necesitábamos el dinero para mantener la empresa, el negocio no marchaba bien y la gente pensaba que esto era un hobby". Unos pasos, el perro siempre sostenido, estudiados todos sus movimientos. El escritor añade que al inicio se dedicó a familiarizarse con la ciudad, que los perros lo han ayudado a dominarla.

Mientras Curro husmea cada arbusto que encuentra en el camino, Galarza cuenta que ha acabado un libro de cuentos, ha hecho una novela que no le gusta, y ya terminó otra. Al inicio empezaba a escribir a medianoche y terminaba a las seis de la mañana. "Hacía apuntes en el metro, escribía en el metro. La disciplina me la dio el trabajo: o me ponía a escribir o me iba de fiesta todos los fines de semana".

Los relatos que publicará este año son una bitácora de Madrid. "Casi todo es vivencial. Un escritor se basa en su experiencia vital, por un lado; cultural, por el otro; además de una conciencia social o política. Para mí siempre ha primado la experiencia vital", se deja escuchar al llegar a un cruce de varios autos. Entre tanta ciudad, añade, ahora se refleja más en sus relatos. Nueva interrupción. Curro insiste en 'marcar su territorio'. Es un perro simpático, joven. Se siente el tráfico de autos. Un puesto de periódicos, un semáforo peatonal, veinte personas esperando y otro perro aparece. De igual tamaño. Amago de fuerzas, gruñidos, los tirones respectivos de quienes los pasean. Hay que cruzar la calle, seguir una ruta.

Sergio Galarza estuvo hace poco en Lima durante mes y medio. Allí pudo leer a algunos autores que recién han publicado o que son más jóvenes que él. "Estaban bien, eran textos pulcros, bien trabajados, pero me parecía que faltaba garra. Cuando te quedas con una historia, te quedas con el nombre del personaje, más allá de la descripción de este, pero nuestros personajes se siguen llamando Juan, Pedro, Pablo. Hay detalles que te tienen que marcar, porque una historia está hecha de detalles, pero a mí como lector no me ha satisfecho casi nada. Sí he notado que hay potencial que se puede explotar".

Silencio. Dos pasos. Siempre con el rostro serio. "De los errores uno va aprendiendo. Veo que aplican facilismos para completar una frase. Eso desluce. Y eso yo lo hacía". Mira el reloj. Ha pasado un poco más de media hora desde que sacó a Curro. "Algo que extraño de los autores jóvenes, no solo del Perú, es no ver esos tipos de frases que se quedan contigo y que te influyen como sentencias, como máximas que uno sigue". Más silencio y agrega que lo persiguen frases de Ribeyro, de los grupos de música que escucha. Construye frases, expropia algunas y hace de estas pequeños ensayos.

Ahora le toca ir a buscar otro perro, que felizmente está muy cerca de donde ahora se encuentran. "Lo ideal sería que todos los perros fueran vecinos. Es otro error, tienes que desplazarte un montón y eso es lo que más mata", señala. Hoy acabará temprano, como a la 1 de la tarde, y luego de nuevo a pasear perros a partir de las cuatro. "Esto es parte de la aventura, pero una aventura que como todas debe llegar a su fin". Un pase de cebra, unas escaleras que llegan a la calle Serrano, varias esculturas en el aire mientras cuenta que ha empezado a escribir elpaseadordeperros.blogspot.com: "Es un entrenamiento, un poco para botar cosas diarias Este blog es como un diario, reacciones de la ciudad, una guía, un espacio para comentar cosas raras, circunstancias Ayer, por ejemplo, me encontré un perro y me lo llevé a casa". Silencio. "Es un perro de juguete, un perro diabólico al que se le prenden los ojos. Estaba allí sentado, en el metro, pregunté y me lo llevé a casa".

RUFO
Once y media de la mañana. Sergio Galarza ganó el Premio Copé el año pasado con relatos que envió desde Madrid y quedó finalista en un concurso que todos los años convoca la prestigiosa revista "Eñe". Ahora va en busca de Rufo. Diez calles. Cruza otra vez el Paseo de la Castellana. Once calles. Quizá un poco más. La última vez que estuvo en Lima se percató de que se sigue escuchando la misma música de hace cinco años. Sentía que la gente era más violenta cuando salía por las noches y no entendía por qué, cuál era el concepto. "Estuve en una discoteca en la que se percibía una tensión. Era un agobio. Yo, cuando salgo, le doy preferencia a la música. Siempre hago eso, escuchar y bailar la música que a mí me interesa. En Lima los lugares son pocos y por eso hay pocas oportunidades". Camina una cuadra más. Las calles de Madrid están en constante reestructuración. Máquinas amarillas, obreros, veredas cerradas. A Sergio siempre le ha gustado toda la música que tenga un detalle de folk y algo de pospunk. Después agrega que lo que está viviendo ahora le gusta.

Silencio. Entra a un edificio. Tres minutos después sale con un terrier ya mayor. También marrón. Dice Sergio que Rufo es quien lo lleva por su propia ruta. Siempre hacen la misma. Antes paseaba un perro al lado de una clínica donde se quiso atentar contra José María Aznar. "Con esto, voy conociendo la historia también", sonríe. Rufo se detiene y Galarza cuenta que un día se cruzó con el juez Baltasar Garzón y, aunque quiso localizar a sus guardaespaldas, no pudo hacerlo. "Además, siempre me encuentro a alguien en la calle, amigos, por todos lados", sonríe otra vez.

Sergio supo de este oficio cuando leyó el libro de Caparrós "Amor y anarquía", la historia de una chica que trabajaba paseando perros. "Era una de las cosas que podría hacer por curiosidad. Nunca pensé que iba a hacerlo de una manera permanente". Un semáforo, él con un saco negro y en el brazo izquierdo lleva una férula que lo ha protegido un par de veces. Se rompió la mano en Lima durante un partido de fulbito, por lo que se acabó su plan de jugar dos veces por semana. Aquí también juega. Un miércoles se quitó el yeso porque estaba sin jugar un mes: no resistía faltar más. Su equipo, el Celta de Pinos, participa en la liga municipal. Él es mediocentro. "Todavía me queda ese romanticismo de llevar el número. Llevo el 6, porque es el más aguerrido", comenta mientras cruza un paso de cebra camino a una avenida.

Otro bulevar. Un perro se acerca y Sergio pregunta a la señora que lo lleva si es hembra o macho. Es macho. Mejor alejarlos. Conoce las reacciones de casi todos los perros que pasea. "Aunque son animales. No hay que confiarse", dice. Paseador y perro se detienen. Esperan. Rufo no quiere esperar. Resiste. Galarza no echa de menos nada de Lima. "Cuando estuve allí sabía lo que tenía que disfrutar, aprovechar. Ir a casa, descansar, estar con mis padres, aprovechar la comida de mi madre, pero la vida, la rutina, no la extraño para nada". Y es como si recordara el incidente en el que golpeó a un crítico limeño que hizo un comentario despectivo sobre su libro. Silencio. "Discutimos y no encontraba explicaciones con fundamentos". Silencio. "Hay dos tipos de escritores: los que tienen ideas y los que usan solo adjetivos. Pasar de los adjetivos a las ideas es un proceso. Es muy fácil poner adjetivos", explica. Diez pasos. "Todo escritor debe aspirar a eso, a las ideas. Entrar a la reflexión más ruda".

A eso lo conducen las calles de Madrid, ciudad que saborea con gusto y en la que quiere vivir. "Me gusta la mezcla que hay, desde antes del fenómeno de la inmigración, Madrid ya tenía esa mezcla de europeo y latino. Es como un bullicio controlado, es otro caos, es como una sinfonía de ruidos", plantea mientras pasa cerca de un vagabundo que sonríe con cierta ternura al verlos. "Para muchos españoles Madrid se está volviendo más caótica, pero para mí no, porque yo tengo otro nivel de medición. ¿Qué es Lima? Un buen campo de entrenamiento. Si vives en una de esas ciudades, luego puedes sobrevivir a todo. Si has trabajado en un sistema de explotación, como son la mayoría de empresas en Lima, puedes resistir a todo".

En una banca más al sur un par de trabajadores de limpieza que tienen entre las manos sánguches y gaseosas interrumpen su conversación. "Aquí la gente cuando te ve con un perro, piensa que vives por la zona. Los carros paran y me preguntan por alguna calle o lugar. Este no es un trabajo común. La mayoría lo desconoce". Giran y Rufo se muestra indiferente a la mirada continua de los hombres de verde overol. Es invierno en Madrid. En estos días hay sol, aunque hoy no, y Sergio Galarza siempre está replegado en su casa escribiendo. Ahora ya no aborda solo miedos o frustraciones de los personajes mediante una explosión de violencia. Ahora más reflexión que acción. Silencio. Tres pasos. Rufo siempre delante. Sergio quiere vivir escribiendo. Vivir siempre en Madrid. "A mí siempre me ha gustado descubrir una ciudad caminando".
 

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