Alonso Cueto
Ver, indagar, escribir Ver, indagar, escribir

Por Daniel Soria
Fuente: Revista Etecé 141
http://etece.terra.com.pe/ediciones/detalle_articulo.asp?cod_articulo=736&cod_edicion=73

Una historia de corrupción, sexo y muerte que recrea los meses finales del gobierno fujimorista es lo que trae la última novela de Alonso Cueto, Grandes miradas.

La década de los 90 dejó varios saldos y muchas lecciones en la sociedad peruana. Y también un personaje para el recuerdo: Vladimiro Montesinos. Un sujeto que ha dado que hablar tanto por el caudal de corrupción que precipitó como por detalles nimios de su atuendo o peinado: sus camisas a lo Augusto Ferrando o sus larguísimos cabellos laterales afanados en cubrir las desnudeces de su cráneo. Fascinante para quien hurgue en el retorcido camino que trazó desde el gobierno para conseguir poder y siniestro para los que fueron objeto de su violencia, el asesor del malhadado presidente de la doble nacionalidad ha sido tema de investigación de policías, fiscales, periodistas, psicólogos, sociólogos y, como se ve, hasta de la ficción literaria.
 

Dossier Abierto

Conocido por una prolífica obra narrativa -de la que los títulos más mencionados son El tigre blanco (1984), Demonio del mediodía (1999) y la trilogía de novelas policiales que termina con El vuelo de la ceniza (1994)-, Alonso Cueto (Lima, 1954) es el responsable de haber puesto al día a la literatura peruana respecto de la realidad más acuciante, una antigua relación que da muy buenos frutos en la novela Grandes miradas, publicada por la editorial Peisa.

Lo que acicateó la imaginación de Cueto lo suficiente para investigar en las entrañas del pasado gobierno fue un hecho al parecer rutinario en el extenso y nutrido listado de tropelías cometidas por la dupla Fujimori-Montesinos: un asesinato.

"Fui al SIN, estuve en la oficina de Montesinos, en el escritorio, vi los baños y leí todo lo que había salido en diarios y en libros como el de Jochamowitz; también estuve en el Poder Judicial, en la oficina del juez en quien está basada la historia", relata el novelista.
"Siempre me interesó escribir una novela sobre esta especie de galaxia que había creado Montesinos a su alrededor, pero realmente empecé a hacerlo cuando leí en una revista la historia de este juez que fue asesinado en julio del año 2000, César Díaz Gutiérrez. Él es la base de Guido, el personaje central de la novela. Averigüé sobre su vida, hablé con gente que había trabajado con él, con amigos suyos, supe de todas las amenazas que había recibido. Todo eso es cierto". Sin dejar de ser un brillante ejercicio de imaginación, como toda ficción, Grandes miradas también es una crónica de la desmesura de un individuo que se definía por su relación con el poder. La novela integra con acierto a una realidad de papel hechos de la vida de Montesinos que han pasado a ser no solo los hitos de una biografía signada por el exceso, sino además el súmmum de una historia nacional marcada por la corrupción.

Terreno Fértil

Quizá lo más nocivo del fenómeno Montesinos sea no reconocer en él los síntomas de una enfermedad que aqueja a la sociedad peruana. Nada más dañino que creer que el ex asesor es la encarnación del mal. Cueto toma distancia y ofrece un personaje más verosímil y próximo a la realidad:
"Montesinos se concibe a sí mismo como el centro de un universo basado en su convicción de que el ser humano es esencialmente un esclavo de obsesiones oscuras. Todos tienen secretos, alguna zona recóndita en su personalidad, a través de los cuales pueden ser manipulados. La premisa de Montesinos es simple: nadie puede negarse a la inclusión en este sistema, pues todos los seres humanos son esencialmente corruptos. No hay seres humanos puros. Es decir, todos tienen un precio y tarde o temprano pueden ser adquiridos, manipulados o controlados".

Y añade: "Montesinos no hubiera podido desarrollarse de una manera tan clara en un contexto que no fuera ya un contexto absolutamente corrupto. La historia del Perú es en gran parte una historia de la corrupción".

Cuestión de Estilo

Guido Pazos es un juez que se resiste a caer en la red de corrupción que campea en el Poder Judicial. Víctima de amenazas contra su vida, finalmente es asesinado por los esbirros de Montesinos. Gabriela, su novia, se aboca luego de su muerte a un solo propósito: vengarlo.
Es alrededor de ese nudo que Cueto elabora una historia que ofrece, respecto del conjunto de su obra, novedades no solo temáticas, sino también estilísticas.

Grandes miradas se caracteriza, sobre todo, por un registro del cual Cueto ya había ofrecido adelantos en El vuelo de la ceniza, pero que ahora alcanza predominancia.

El narrador muestra una vocación por representar un mundo en ebullición, continuo, donde cada acto de los personajes corresponde a un móvil trascendente y determinante. Por ello, en las descripciones del entorno y de los estados interiores, apuesta por unir una frase a otra en un ritmo cadencioso e ininterrumpido.

"Hasta cierto punto, aposté por este registro deliberadamente. Lo que creo que hay en este libro es una ansiedad de los personajes por mantener el poder, por confrontar el poder, por vengar una muerte. De alguna manera, todos los personajes viven en un mundo que no es estático. La frases separadas por comas tratan de representar un mundo continuo en el que se conectan todas las emociones. Un mundo hecho de comas. Por lo menos esa me parecía la manera más precisa de explorar la conciencia de todos los personajes", asegura.
Por otro lado, Cueto ha optado en esta ficción por plasmar la oralidad limeña cada vez que reproduce los diálogos de sus personajes.

"Hay que buscar no exactamente cómo habla la gente, sino qué frases encarnan mejor el estilo, pues la manera de hablar de la gente pasa de moda; pero si uno logra identificar el estilo, creo que queda como una marca para generaciones de futuros lectores. Una de las cosas que todavía me impresionan hoy es el habla coloquial que aparece en novelas como El Quijote, que está llena de giros coloquiales. No ha envejecido, pues ha encontrado lo esencial de ese estilo", finaliza Cueto.

Con esta novela, Alonso Cueto, a la par de mantener el buen nivel de su prosa, explora en otros modos de contar que han redundado en un libro importante por sus logros estéticos y por cumplir aquella función de la literatura que la convierte en un medio privilegiado para comprender la realidad.
 

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