Enrique Congrains
El retorno del narrador El retorno del narrador

Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: Correo, Lima 16/03/08
http://www.correoperu.com.pe/paginas_nota.php?nota_id=64708&seccion_nota=4

Tras largos 50 años de silencio, Enrique Congrains –conspicuo miembro de la generación del 50– ha regresado a la palestra con El narrador de historias (Ediciones Copé, de Petroperú). En esta entrevista no sólo reflexiona sobre su segunda novela sino que, además, nos da alcances de su próxima: 999 Palabras para el Planeta Tierra.

Correo: ¿Cómo ve a la distancia –50 años– su novela No una, sino muchas muertes?
Enrique Congrains: Mi caso no es una “novedad”, porque sé que a la mayoría de los escritores les ocurre lo mismo: no releemos nuestras obras porque realmente, y valga la metáfora, “damos vuelta a la página” y más bien nos abocamos a la creación literaria del presente. Algo parecido sucede conmigo. También existe una especie de “pudor” en trajinar en lo que uno escribió. Pero recuerdo perfectamente el ambiente, la trama, y al personaje central, a mi Maruja. A una distancia de 50 años veo mi novela como un testimonio imaginativo de lo que era el ámbito humano de un territorio que era una suerte de “tierra de nadie”, es decir, ni ciudad urbanizada y con servicios ni tampoco, mucho menos, campo o campiña, con algo de bucólico.

C: Aunque esté entre líneas en No una, sino muchas muertes, el tema de la lucha por el poder reaparece en El narrador de historias.
EC: Por supuesto que reaparece. Es que cada escritor tiene “sus” obsesiones. Pero lo que era implícito en No una, sino muchas muertes, es plenamente explícito en El narrador de historias. Además, mi segunda novela apenas tiene seis o siete semanas de haber sido publicada, y su fabulación, un conflicto bélico entre Chile y Argentina, ya se ve puede ver como un presagio a la luz de la demanda de Perú contra Chile por el tema de la delimitación de las aguas oceánicas, y con mucho mayor dramatismo por lo que acaba de ocurrir con la incursión militar de Colombia en territorio ecuatoriano. En El narrador..., lo que digo o lo que predigo es que “la historia seguirá dándonos sorpresas”, y no ha sido necesario esperar seis décadas. En mi nueva novela, 999 Palabras para el Planeta Tierra, y que se publicará entre abril y mayo, también (ahora, y gracias a tu entrevista) me doy cuenta de que retomo el mismo tema, la lucha por el poder, pero en este caso se trata de la lucha ideológica por “escribir la historia del género humano”.

C. Si bien la novela está ambientada en el futuro, no hay un avance tecnológico como el que muchos podrían suponer...
EC: Totalmente de acuerdo en que no anticipo los avances tecnológicos que conocerán y vivirán nuestros nietos y bisnietos. Pero entiende, Carlos, que me quise alejar lo más posible de cualquier vecindad con la ciencia-ficción. No por que desvalorice ese género, sino porque mi fabulación va por el lado de lo sociólógico y de lo político. Pero sí hay un elemento de anticipación: la migración hindú a la Argentina.

C: Otra coincidencia entre sus dos novelas es que en esta última, como en la antes mencionada, el personaje femenino es muy importante.
EC: Son las obsesiones secretas de cada escritor. Para una persona cuya opinión pesa, May Rivas, hay dos personajes femeninos: Nanda o Manuala Rojas, pero también Cecilia Barboza. En 999 Palabras para el Planeta Tierra también reaparece esta misma obsesión por reivindicar al género femenino, pero de una manera muy distinta.

C: ¿Cómo es su proceso de escritura? ¿Qué tan importante es la corrección?
EC: Al igual que la gran mayoría de creadores, la novela primero nace como un esquema bastante definido en la cabeza, en un vaivén en que participan ambos hemisferios: el derecho, el intuitivo y artístico, y el izquierdo, donde está la materia gris racional. Ya durante el proceso de escritura ese esquema se potencializa, se modifica parcialmente, y surgen ideas o desarrollos no previstos. Durante el propio proceso de escribir el borrador uno disfruta y, hasta por momentos, se cae en estado de trance. Bueno, ese es el trabajo “grueso”, el que se hace con un pincel muy rápido. Y luego viene el verdadero trabajo, lo que yo llamo “la carpintería”, que no es otra cosa que el arduo trabajo de corregir una y mil veces. Pero el secreto es que el autor relea su propia obra como si la hubiese escrito otro. Por eso, y al igual que ocurre con el escabeche y con algunos guisos “calentados”, hay que dejar que el original repose unas semanas o meses.

C: ¿A quién recuerda más de la generación del 50?
EC: A dos compañeros ya fallecidos: el mágico Eledoro Vargas Vicuña, y al muy sincero Pablo Guevara. Nunca tuve la suerte de conocer a Julio Ramón Ribeyro, y con Mario Vargas Llosa (que al igual que yo, era poco o nada bohemio), sólo estuve cuatro o cinco veces.
 
 

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