Luis Jaime Cisneros
Luis Jaime Cisneros:<br>Antes, a los chicos nadie les preguntaba qué opinaban Luis Jaime Cisneros:
Antes, a los chicos nadie les preguntaba qué opinaban


Por José Gabriel Chueca
Fuente: Peru21, Lima 06/06/08
http://www.peru21.com/P21Impreso/html/ImP2EntrevistaIndex.html

Esta semana le fue otorgada a Luis Jaime Cisneros Vizquerra la Medalla de Honor Jorge Dintilhac, de la Universidad Católica del Perú. Un honor totalmente merecido para este médico, filólogo, periodista y, fundamentalmente, profesor, capaz de despertar la inteligencia en sus estudiantes.

"Mi formación académica es argentina, de tangos y de intensa vida cívica. En Argentina aprendí varias cosas que me sirvieron para la vida, una de ellas es cantar. A mí me sorprendió mucho, cuando regresé al Perú, que la gente no cantara", recuerda Luis Jaime Cisneros. Le hemos pedido que nos cuente anécdotas. A eso procede.

Cuénteme de la universidad.
Yo estaba en tercer o cuarto año cuando, en una de las tantas situaciones difíciles que atravesó la universidad, le pedimos una audiencia a Perón. En la mañana, en el Salón de los Espejos, apareció Perón con su edecán y nos dijo que siempre pensaba en la universidad, que había reflexionado y que había preparado un documento. "Lea, capitán". Y leyó lo que le íbamos a presentar. Entonces, nos pusimos a aplaudir. Dos años después supimos quién había sido el traidor. Esa era su técnica.

¿Cree que las marchas estudiantiles tienen sentido en las universidades hoy en el Perú?
Las ideologías han contribuido a politizar todo. La política, en el mal sentido, lo arruinó. Cuando yo digo que la universidad debe cumplir su tarea política, las discrepancias suelen deberse a que, para la mayoría de gente, hablar de política es hablar de partidos políticos. Cuando yo hablo de política de la universidad, hablo de los griegos, de la Polis, para los cuales la primera función de la política era la educación; la segunda, la educación, y la tercera, la educación.

También estudió Medicina.
Yo estaba en sexto año y pasó que mi madre se descompuso. La examiné y llamé al jefe de servicio, mi profesor. Le dije que ella tenía una apendicitis aguda y que la iba a llevar al hospital. Al entrar, mi mamá gritaba. Cuando llegué donde el profesor, él me preguntó: "¿Ese es el grito de su madre?". Sí. "Diagnóstico equivocado. Cálculo clavado en el ureter". Ordenó radiografías y, efectivamente, eso era. En el quirófano me dijo: "Luis Jaime, no está en los libros, está en los enfermos. Nadie grita así por un apéndice. Métase en la cabeza que esos gritos solo pueden ser por cálculos clavados en el ureter" (ríe).

Cuénteme algún episodio en el que usted fuera el profesor.
En el 52, creo, fuimos con varios chicos a Trujillo. Y en el cine vimos Casablanca, con Ingrid Bergman, y La marsellesa al final. Pero, en principio, Ingrid Bergman. En la mañana me llaman a decirme que estaban presos por silbar La marsellesa. Llamé al rector de la Universidad de Trujillo y nos fuimos a ver al prefecto, un coronel con fama de ser hijo de mala madre. Le expliqué que los chicos tenían 18 años y que no podían haber cantado La marsellesa porque no sabían francés, que la habían silbado por la película. "Vea, doctorcito", me dijo. "Aquí, entre usted y yo, nadie me silba La marsellesa ni en francés". El rector estaba golpeando la mesa de la risa.

Usted también ejerció el periodismo.
Una experiencia que siempre ha sido difícil de explicar a la gente fue por qué me hice cargo de La Prensa durante el gobierno militar. Yo era amigo personal de Morales Bermúdez y mi hermano era ministro. Supe que Morales iba a convocar la Constituyente y a devolver los periódicos, pero tenía grandes enemigos en eso. Me ofreció dirigir un periódico y lo rechacé. Solo aceptaría dirigir La Prensa porque tenía vínculos sentimentales: mi padre la había dirigido y yo era amigo de Pedro Beltrán. Él entendería las cosas. Le pedí a Morales libertad absoluta. Entrevistamos a Haya de la Torre, a Belaúnde, a Roncagliolo, cuando lo perseguían, fuimos plurales. Y nunca tuve problemas.

Tengo entendido que, antes, en el aula, usted era terriblemente exigente...
Claro. Eso tiene explicación. En un curso de primer año, los chicos empezaron a decir que me había vuelto loco porque yo preguntaba "¿qué piensa usted?". Nunca les preguntaban eso. Los chicos no opinaban. Antes, los chicos terminaban la media con 18 o 19 años y eran lectores de Agonía del cristianismo, de Unamuno, o de Sartre; entonces, uno podía hacer un curso. Ahora, cuando me preguntan cómo eran los chicos antes, yo digo "eran". Eran, el perfecto del verbo ser. Ahora están. Están.

¿Por qué?
Ahora terminan a los 16 años. Y las universidades han inventado cuarenta sistemas de ingreso. Las universidades compiten con Plaza Vea o con tiendas de camisas. Y la escuela ha terminado por desterrar el conocimiento y ofrece información. Por eso prefieren Internet. Valoran la memoria. A los chicos les digo que la memoria no me interesa, un dedo en el botón y ya está. ¿Qué hacen con su inteligencia? ¿Qué hacen con la cabeza?

Autoficha
Cuando uno acababa secundaria en Argentina, sabía que estaba educado cívicamente. Luis Alberto Sánchez, cuando le dije que no me parecía que me hubiera dado la dirección de la Escuela de Periodismo, me dijo: "No sea idiota, Luis Jaime, usted tiene el periodismo en la sangre". Siempre ha sido difícil explicarle a la gente por qué me hice cargo de La Prensa durante el gobierno militar. Los chicos decían que me había vuelto loco porque les preguntaba "¿qué piensa usted?".

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