Sandro Bossio
Bukowski y su malsana influencia Bukowski y su malsana influencia

Por Sandro Bossio
Fuente: Ciudad Letrada Nº 4 - Febrero 2001
http://www.geocities.com/ciudadletrada/4art07.html

Charles Bukowski, sin haber engendrado hijos, ha desperdigado nietos por todo el mundo. Así parece confirmarlo la aplastante influencia de su estilo en la narrativa actual. Jóvenes rebeldes, aprendices de escritores, libertarios, rompetabúes, han confluido, con exagerado culto, en torno a este fútil novelista alemán -nacionalizado norteamericano- para revivirlo en las nuevas páginas de la literatura.
 

Antecedentes

Henry Charles Bukowski nació en la localidad de Andernach, Alemania, en 1920. Poco tiempo después su familia lo trasladó a California, Estados Unidos, donde soportó las violencias de su desempleado padre. Proclive a la vida desordenada, al alcohol, frustró en varias ocasiones su carrera de escritor, que había apuntado tímidamente en 1944 con la publicación de un cuento. Empleado de una agencia postal, y periodista én sus ratos libres, Bukoswki no vería cristalizado su sueño sino en 1969, cuando apareció su colección de artículos periodísticos con el nombre de "Escritos de un viejo indecente", que lo convirtió inmediatamente en una leyenda viva en la entonces influyente comunidad progre. Desde entonces, las editoriales le abrieron las puertas a su estilo crudo y escueto, lo que le permitió publicar alrededor de treinta y cinco libros con clomoroso éxito. Destacan "Cartero" (1971), "Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones y otros cuentos" (1972, que también apareció como "La máquina de follar"), "Factotum" (1975), "La senda del perdedor" (1982), "Música para cañerías" (1983), "Hollywood" (1989) y "Pulp" (1994).

¿Es el estilo de Bukowski un aporte a la literatura? La mayoría de los crfticos coinciden en que no. Veamos: "Charles Bukowski representa, dentro de la literatura norteamericana contemporánea, la cúspide de una estética directa, ruda, brutal. Su obra, heredera de la novela negra, exhibe protagonistas contradictorios que se salen de la ley para, curiosamente, imponer cierta justicia", escribe Daniel Flores, estudioso peruano de la literatura del siglo XX.

Agrega que Bukoswki rinde en sus obras un "verdadero homenaje a la literatura barata, que lo ayudó a definir su propia estética ultraviolenta y sórdida". A nuestro juicio, Bukowski no es sólo un escritor rudo, brutal, sino sobre todo un provocador que para triunfar magnificó las debilidades e inmundicias del hombre. Por ello, resulta obvio que sus libros (muchas veces desde el propio título) se encuentren colmados de sexo ocasional, drogas, alcohol, escenas crudisimas, y sus personajes linden con lo lumpen (borrachos, ladrones, prostitutas, homosexuales , inmorales, exhibicionistas), elementos que, juntos y revueltos, siguen soliviantando el morbo de millones de jóvenes. Al respecto, Delanow Murray, redactor de la prestigiosa revista "Rolling Stone", anota: "El mundo despertaba de una era de verdaderas hazañas literarias en el campo estilístico (Joyce, Bekett, Faulkner, Huxley, Sartre, Dos Passos, Malraux), y la nueva sociedad reclamaba aire puro, oxigenación literaria, así que Bukowski con su propuesta plana, indecente, obscenamente sincera, tenía un espacio ganado de antemano".

El estilo Bukowski dio origen a un nuevo orden literario: escritos sórdidos, impúdicos, que anteponen la anécdota sexual -y cuanto más descamada, mejor- a la verdadera creación literaria, que implica organización, multitemática, contexto, uso de recursos narrativos, etcétera.

En las sociedades consumistas, el deslumbramiento por Bukowski, fue inmediato. Ese rompimiento de esquemas no podía estar destinado sino al éxito comercial, a la fama extraliteraria. Se llegó a decir, incluso, que Bukowski fue un arma psicosocial empleada por Nixon para distraer a los norteamericanos de las atrocidades de Vietnam.Varios críticos de entonces, maravillados ante la importante ola literaria que, alternativamente, crecía en el mundo con el nombre de "boom latinoamericano" (Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa), desahuciaron a Bukowski: "Ese tipo de literatura no merece ni siquiera comentarse. No es más que un calcetín sucio ante la brillantez de los jóvenes latinoamericanos; está destinada a una minoría, a los consumidores de nuestra sociedad negra, y no pasará", dijo en una ocasión uno de los más firmes detractores de Bukowski, Simon Simonoff. Pero se equivocó. La literatura que está pasando, justamente a instancias de seguidores de Bukowski, es más bien la latinoamericana, puesto que una horda de escritores baratuelos y librepensadores han copado actualmente las librerías con calcos del viejo mentor. Hoy Bukowski vive, con sus indigencias humanas, su crudeza, pero también con su falta de técnicas serias y de rigor novelístico, en cada uno de los escritores jóvenes del mundo entero. Y no sólo la realidad literaria de Bukowski ha sido copiada, adaptada a los diferentes medios geográficos y sociales, sino hasta su áspera retórica. Pero, aclaremos, nuestra objeción no es a la temática -coincidimos, de verdad, con Larry Flynt, quien decía que la guerra es mucho más obscena que el sexo-, sino a la deformación literaria, a la superficialidad, a la ausencia de historia, técnicas y estructuras novelescas, que estos jóvenes han impuesto como estilo.
 

Generación "Beat"

Poco antes del fenómeno Bukowski, separadamente de él, surgió el "movimiento beat". Sus iniciadores fueron tres escritores norteamericanos, contemporáneos de aquél, que produjeron gran cantidad de poesía, cuentos, novelas, y hasta algunas propuestas teatrales. Su principal representante fue Jack Kerouac (1922-1969), autor de la muy famosa "En el camino" (1957), en la que de manera libre, caótica y descontrolada narra la travesía (huida sería un mejor término) de Dean Moriarty, su protagonista, por las carreteras norteamericanas. "Es una novela de fuga y aventuras, de un realismo descarnado, cuyo tema central es la búsqueda de la libertad", opina Alfredo Villar. El propio Kerouac dijo en alguna oportunidad que lo suyo no era una literatura convencional, sino una propuesta nueva, "pues uso la prosa espontánea, que implica no sólo dejar libre a la improvisación, sino también a escribir con algunas dosis de marihuana, cerveza y bezendrina".

Otro representante de este movimiento es William Burroughs (1914-1997). Su famosísima novela "El almuerzo desnudo" (1959), que alborotó la escena norteamericana, es de una crudeza tal que fue censurada apenas publicada. Es una suerte de apología a los estimulantes. Su personaje central, Bill Lee, exterminador de insectos, es un hombre común y corriente, pero interiormente violento, adicto, atemorizado por sus pesadillas, lleno de deseos sexuales enfermizos y, hasta cierto punto, sádicos. Burroughs solía decir de sí mismo: "Mi experiencia como adicto me ha sido muy útil como escritor".

El poeta Allen Ginsberg (1926-1997), inseparable de los dos anteriores, fue otro de sus precursores. Su escandaloso poemario "Aullidos" (1956) hizo una vertiginosa carrera debido, principalmente, a que fue catalogada de "basurero de obscenisdades" y su editor, Lawrence Ferlinghetti, arrestado por escandalizador.

Otros autores de menor talla, como Neal Cassady y Lucien Carr, impulsaron esta generación que pretendió romper los tabúes de la época. "Con estos elementos, sin duda, la influencia que la Generación Beat tuvo en la cultura popular norteamericana fue inmensa, pues en el contexto de la postguerra y, después, de la guerra del Vietnam, redescubrieron una serie de valores que buscaron sentar las bases de un hombre nuevo", dice Alfredo Villar.

Raymond Carver (1938), maestro del relato breve, y considerado el narrador norteamericano más influyente de la última mitad del siglo pasado, tiene también innumerables seguidores entre las recientes generaciones de escritores. Aunque este cuentista no formó parte de los beat, se nutrió mucho de ellos dado que sus escritos datan de mediados de la década de los setenta (ya cuando Kerouac, Burroughs, Ginsberg y, por su lado, Bukowski, eran famosos). Entre su poca pero trascendental obra descuellan: "¿Quieren hacer el favor de callarse, por favor?" (1976), "De qué hablamos cuando hablamos de amor" (1981) y "Catedral" (1983).

Es a partir de Carver que este estilo empieza a ser llamado "minimalismo" y "dirty realism" (realismo sucio). Es justo señalar que Carver y Kerouac son los escritores más rigurosos, más artísticos, pues pese a la economía de palabras que la moda les impuso, y a la temática dura, supieron impregnar a su obra de humanismo.
 

Nuevas generaciones

Breat Easton Ellis (1964) es uno de los narradores más polémicos y controversiales de los últimos años. Seguidor absoluto del movimiento beat, pero más ligado a Bukowski y Burroughs que a los otros, elevó a su máxima expresión la literatura fácil. Es más, sentó las bases para un nuevo tipo de literatura (que en Estados Unidos se conoce, con justa razón, como "junk books" o "literatura basura").

Este joven californiano estremeció al mundo cuando, en 1985, a sus escasos veintiún años, publicó "Menos que cero", un libro realmente banal. En él narra las vivencias de un muchacho rico de Beverly Hills durante un verano desordenado, saturado de sexo y drogas, y la falta de perspectivas existenciales que llenan a sus personajes de tedio y aburrimiento. "Ligerísima, sin estructuración, con una fallida imitación del lenguaje de las calles, Ellis canibaliza al hombre y lo degrada tanto como ha degradado la literatura", ha dicho Roberto Cano de este libro. "Las leyes de la atracción" (1987, donde, acumulativamente, sin dosificación, el inexperto autor adopta el punto de vista de varios de sus personajes), "American Psycho" (1991), "Los confidentes" (1994) y "Glamourama" (1999), son sus obras más recientes.

Los libros de Ellis, a decir de Roberto Limo, han sido duramente fustigados por muchas instituciones por sus escenas de homicidio infantil y maltrato a las mujeres: "Incluso han sido señalados como herederos directos de la tradicion de la literatura del mal".

Pese a estos reparos, Breat Easton Ellis es actualmente uno de los más divulgados (sus libros se han traducido a casi todas las lenguas y se venden por millones), y su estilo, que en el fondo es el de Bukowski y Burroughs, se ha impuesto en la nueva generación. Tiene seguidores en todo el mundo: Kathy Acker (EE.UU.), Ray Loriga (España), Douglas Coupland (Canadá), Irvine Welsh (Escocia), Alberto Fuguet (Chile), Ignacio Padilla (México), Alvaro Buela (Uruguay), Efraim Medina (Colombia), Gonzalo Garcés (Argentina), Jaime Bayly (Perú), entre otros.

De ellos, merece destacarse a Ray Loriga (1963), cuyos libros "Caídos del cielo" (1995) y "Japón ya no nos quiere" (1999), confirman la poderosa influencia bukowskiana. Igualmente, Alberto Fuguet (1964), quien en "Tinta Roja" (1996), uno de sus libros más leídos, no duda en intercalar textos de Bukowski (sobre todo en el párrafo de "La senda del perdedor"), y trasplantar su estilo y falta de organización en sus cuentos de "Sobredosis" (1995). Sus novelas "Mala Onda" (1991) y "Por favor rebobinar" (1994) corren la misma suerte. Jaime Bayly, por su lado, ha reconocido públicamente el peso del viejo dipsómano en su obra: son de Bukowski los frontales y escandalosos planteamientos de "No se lo digas a nadie" (1994), la escasez de creatividad organizativa de "Fue ayer y no me acuerdo" (1995), la dispersión de anecdótas de "La noche es virgen" (1997), la inconsistencia de la prosa de "Los amigos que perdí" (2000) y otras tantas averías literarias. La verdad es que Bayly, jugando a ser Bukowski, no logró más que hacer retroceder la literatura a su etapa primitiva.

Movidos por esta fiebre, y alentados por varios escritores de renombre (tristemente Vargas Llosa entre ellos) los jóvenes autores latinoamericanos decidieron "matar el realismo mágico de García Márquez" con la antología "McOndo" (1996), en la que muchos noveles (Fuguet, Paz Soldán, Padilla, Bayly) dieron rienda suelta a su resonante superficialidad. Hoy este grupo empieza a ser conocido como el "crack latinoamericano", pero, más allá de sus magras propuestas, no hay nada rescatable. Alguien en internet, admirador de la belleza de la literatura clásica, ha dicho: "Reunamos todos los cuentos de estos jóvenes y comparémoslos con el peor relato de García Márquez, y nos daremos cuenta que esos frustrados magnicidas no llegan a los zapatos del maestro". Estamos de acuerdo.
 

En el Perú

Óscar Malca (1968), es el primero de los jóvenes autores peruanos de este nuevo círculo. Su novela "Al final de la calle" (1993), puede ser considerada la iniciadora del movimiento.

El libro, como las vertiginosas propuestas del realismo sucio, ño presenta una estructura convencional, sino una suceción de hechos aislados, que recrea el mundo en declive de los jóvenes sitiados por la crisis, las drogas, el alcohol, la violencia. La prosa de Malca, desgarrada y efectiva, es sin embargo más decorosa.

Javier Arévalo (1966), publicó en 1994 "Nocturno de Ron y Gatos". Los temas de este joven limeño son los mismos de Malca: el barrio, las vicisitudes juveniles, las drogas.

Manuel Rilo es el integrante más singular y audaz del grupo. Nacido en Lima, en 1971, saltó a la popularidad tras la presentación de "Contraeltráfico" (1996), una novela folletinesca, insolente, en la que un joven marginal, recorre la caótica ciudad en una precipitada carrera, escrita con la misma ligereza de Bukowski.

Tola, en su "Noche de cuervos" es otro autor que muestra un evidente (aunque peor logrado) acercamiento a los rninimalistas.

Sergio Galarza (1976) es el más joven de todos. A los veintiún años (la misma edad en que Breston Ellis publicó por primera vez) sacó a luz el libro de cuentos "Matacabros" (1997) y, al año siguiente, "El infierno es un buen lugar" (1998). No hace falta decir que sus personajes viven también al galope, en medio del bullicio, las drogas, y que Bukowski, en más de un sentido, dirige su pulso al momento de escribir.

Finalmente, para comprobar hasta qué punto el realismo sucio impregna la nueva literatura, miremos a los nuevos narradores aglutinados en la antología "Una aventura nocturna" (Lima, 2000), que recoge lo mejor de la producción narrativa joven del año pasado.

Julio César Vega (1976) en su cuento "Sucia, pálida, perfecta" hace gala de una innegable proximidad a este movimiento: el tema que aborda (la delincuencia), el tono que usa (confesional, lindante con lo vulgar), las constantes remisiones hacia lo más abstruso del sexo y el alcohol.

"Al fin completamente desnudos", de Karen Caso Escalante (1981), es otro de los cuentos que se avecina al esquema del realismo sucio, pues posee todos sus ingredientes: prosa escueta, interés por lo superfluo, visión desviada de los personajes, alusión a ciertos aspectos de la vida cotidiana, etc.

De igual manera, los cuentos de Paul Alonso Pachas (1978) y José Galloso Ramos (1972) "Quizás mañana" y "El pantera", respectivamente, no pueden desprenderse del hedor de Bukowski.

Pero es Vanessa Oniboni del Solar (1981), quien en su cuento "Lunes" descarga sus mejores municiones: "No estaba arrepentido de mi hazaña, le había hecho honor a 'La máquina de follar' de Bukowski" (p. 9).

Pues bien, el estilo de este escritor, inmerecidamente exaltado por los jóvenes, amenaza con intoxicar la literatura mundial con sus propuestas anodinas, triviales, e imperar con su mala influencia entre las nuevas promociones literarias. Peor para nosotros.
 

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