Ricardo Ayllón
Cajamarca personal Cajamarca personal

Por Ricardo Ayllón
Fuente: Ricardo Ayllón, Cajamarca, mayo 2011

Faltan solo dos semanas para que cumpla un año viviendo en Cajamarca, la tierra del cumbe, la última morada de nuestro último inca, la nueva capital del oro en el Perú. Cuando retorno ocasionalmente a Lima, a mis amigos les gusta indagar por mi nueva vida aquí, y quienes conocen la ciudad me la recuerdan cómo fue el tiempo en que vinieron a visitarla, con su esplendor paisajístico y su calma provinciana. Pero yo he llegado a una ciudad agitada, con uno de los parques automotores más modernos del país y con un centro histórico que, salvando las distancias, también colapsa en horas punta como la misma Lima.

Ocurre que es una urbe moderna, abarrotada por un variado comercio y profesionales y técnicos llegados de todas partes del Perú ahora que Cajamarca vive su boom aurífero. Me he establecido en el distrito aledaño de Baños del Inca (a 15 minutos del centro), y esta es una pequeña ciudad llena de negocios pensados casi exclusivamente en la cantidad de familias de funcionarios mineros que residen aquí: junto a los establecimientos tradicionales vinculados al turismo y a los propios Baños del Inca (un bello complejo de aguas termales que recibe buena cantidad de visitantes todos los días de la semana), abundan también los minimarkets (hace quince días inauguraron un gran supermercado), así como centros de llamado, petshops, librerías, boticas, bazares, agentes bancarios, panaderías, etc. Casi no hay que moverse ante cualquier necesidad pues en este pequeño pero moderno distrito se encuentra de todo.

Pero yo me comporto como un refugiado aquí, con un corazón que espera todo el tiempo e íntimamente su retorno a Lima. Por esta razón tengo que agachar a veces la cabeza cuando alguien me pregunta cómo es mi relación con la literatura cajamarquina, cuánto conozco de sus escritores y de sus libros, y de qué manera me he vinculado con ellos. La verdad que muy poco. Cajamarca, bibliográficamente hablando, se ha convertido en uno de los departamentos más prolíficos durante los últimos años, sé que hasta su anterior período la municipalidad provincial no había parado de editar a los escritores locales (sin distingo alguno), y por esta razón cuando llegué a esta ciudad, no pude si no envidiar la buena estrella de sus creadores de ser publicados nada menos que con el apoyo y reconocimiento municipal. Pero el Gobierno Regional tampoco se queda atrás; recuerdo con claridad cómo hace más de medio año, durante la presentación de una antología narrativa, ambas entidades competían en enumerar la cantidad de libros que habían editado durante el último lustro.

Más de una asociación reúne a los escritores en esta región, y sé que además de estar bien representados, no dejan de organizar congresos y encuentros de escritores anualmente. El año 2009, por ejemplo, con el auspicio de universidades, los gobiernos regional y municipal, la minera Yanacocha, medios locales de comunicación y el trabajo consciente de un puñado de escritores locales, se logró un encuentro nacional de narradores en memoria de Ciro Alegría y el centenario de su nacimiento; mientras que los encuentros provinciales con carácter regional, son permanentes.

En Cajamarca vive el prolífico Miguel Garnett, sacerdote inglés con ciudadanía peruana que ha entregado ya más de media docena de novelas, varios trabajos en dramaturgia y algunos libros de otros géneros; está también William Guillén, narrador y poeta con varios reconocimientos nacionales por su obra, director del Centro de Información y Cultura de la Minera Yanacocha y gran aliado de todo escritor peruano que necesite recinto para presentar sus libros en esta ciudad; vive también aquí el poeta trujillano Guillermo Torres Ruiz, quien fue reconocido alguna vez como el mejor declamador del Perú, aunque además de ese logro es autor de varios opúsculos de poesía. Conozco a Luzmán Salas Salas, excelente académico y reconocido por todos como el crítico de esta ciudad, con una abundante cantidad de estudios sobre literatura de esta región y activo seguidor de la literatura infantil en el Perú; converso constantemente con Antonio Goicochea Cruzado, entusiasta no solo con su propia creación lírica y narrativa, sino que a partir de su trabajo como Maestro Itinerante se ha convertido recientemente en entusiasta recopilador de la literatura de provincias. Aún no he podido conocer ni conversar con el gran Andrés Zevallos, célebre a nivel nacional por su lograda versión de los cuentos del Tío Lino; tampoco con Alfredo Mires Ortiz que, todos saben, fue el responsable de la Red de Bibliotecas Rurales, uno de los proyectos bibliográficos más importantes de Cajamarca de los últimos tiempos; tampoco he seguido el rastro lírico de Manuel Ibáñez Rossazza, fallecido hace unos años y uno de los mejores poetas formados en esta parte del país. Pero sí conozco a Socorro Barrantes Lingán, Gutemberg Aliaga Díaz, Elmer Rodas Cubas, César Cabrera Miranda, César Aliaga Mejía, entre otros pocos. Digo pocos porque cuando pienso en la enorme tradición literaria de esta región es como si solo hubiera divisado desde una lomita la belleza de los valles cajamarquinos, sin decidirme todavía a recorrerlos.

“Ricardo, ¿ya conoce Celendín?” –me advirtió hace unos meses por Internet mi amigo el narrador Carlos Meneses– “sé que allí hay una vida cultural tan importante como en la propia Cajamarca”. No respondí su pregunta por vergüenza. La verdad que solo he ido un par de veces a San Miguel de Pallaques, una provincia a tres horas y media de Cajamarca, y nada más. Tampoco me he involucrado con la literatura oral, conozco muy poco los colegios y no he dado a conocer entre estos el Plan Lector que manejo como editor. Me he vestido de una vergonzante ausencia literaria y sigo padeciendo mi nostalgia limeña como un necio. Era necesario este autocuestionamiento para mirar todo desde afuera, “con todo mi camino a verme solo” y reconocer mi condición de convidado de piedra pese al año que ya llevo aquí. Esperan las bibliotecas, los encuentros, las presentaciones de libros y la lectura a conciencia de estos. Cajamarca no solo es rica por su minería, la inmensurable belleza de sus campiñas, su alegría en carnavales, la excelencia de sus productos lácteos y su legado histórico; si no también, y definitivamente, por su tradición literaria. Voy ahora tras de esta pese a la morosidad de mis pasos, intuyendo una aventura única y deslumbrante como la vida misma.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.